miércoles, 11 de mayo de 2011

Madre, lo que no pudiste ser...

Madre, se que no vendrás
desde el fondo de tu abismo
a acunar mi vértigo,
a endulzar mis deseos
de cielos cubiertos
de libertad.
Madre, sé que no pudiste
cuando aún habitabas
el mundo,
ser cómplice de la vida,
sé que te costó vivir,
hasta que te venció
la hipocresía y la burla,
y te fuiste de a poco,
primero mentalmente,
luego tu cuerpo
abandonó el espacio
que ocupaba,
y se olvidó tu pobre recuerdo
del tiempo en el que andabas.
Madre, nunca te nombro,
porque eres tú un olvido
perdido en los fondos
de un ángel incomprendido.
Madre, te amo como emblema
como símbolo materno
que quiso ser y no pudo
porque le ganó el invierno.
Madre, me convoco a la
fuerte memoria de tu recuerdo,
a la escasa resonancia
que tuviste en mi pecho.
Madre que pasaste
como un ave herida
por mi puerta,
me dejaste esperándote
los fines de semana,
con mi alma desolada
y desierta de ti, madre.
De todo lo que no pudiste dar,
de todo lo que me diste,
aunque no lo creas,
me diste el arte que corría
por tus venas,
te parece poco... madre...
En esta vida no pudo ser,
quizá en otra existencia
tu ser femenino,
logre ser, verdaderamente madre...
Y si eso sucede,
será igual para mi
aunque no me entere,
será como bendecirme la vida,
si logras, con otro cuerpo
en otra galaxia,
con tu misma sensible alma,
llegar a ser madre...
Autoría: Raquel Norma Smerkin Roitman



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