viernes, 27 de mayo de 2011

Hay ruegos...

Hay ruegos tan
profundos y especiales
que en el alma
se hacen carne.
Ruegos que van rompiendo
las fibras de nuestros
más puros sentimientos,
porque nos llevan
al origen de nuestro nacimientos.
Hay ruegos en los que
se nos van pedazos de vida,
ruegos que no tienen comparación
con ninguna situación cotidiana,
que son más que pedidos,
que son esperanzas desesperadas
de un corazón que le habla
a la piedad infinita de un mañana.
Me dirijo con un nudo en el pecho
a esos benditos ruegos,
les pido fuerzas a mis versos
para que se cumplan esos deseos
que quieren alentar a la vida
a continuar con su mágica armonía.
Si la vida es un misterio fecundo
porque no alzar la voz hacia el mundo,
para que se escuchen esos ruegos
que quieren llegar tan lejos
para atravesar los límites
de la vida y sus misterios.
Ruegos que me están llegando
con su energía vibradora
hasta el mismo vientre del amor,
para gestar en mi corazón
esa paz que mi alma implora.
Hay ruegos que no se pueden desoír,
que alcanzan tanta dimensión
que el mismo Dios es conmovido
por este sublime y dolido pedido...
Hay ruegos que en el aire pesan
por su pureza de luz y grandeza,
ruegos que engrandecen el alma
para encontrar en la fe
en esos momentos difíciles
la añorada calma...
Autoría: Raquel Norma Smerkin Roitman


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