Un anochecer tibio
decidí embarcar mis ganas,
y en un viaje
si precedetes
me introduje en tu alma.
Tus tímidas verdades
tus dulces caricias
y también tu piel,
ya en cantacto
con el fluir de la sangre
de mis venas...
me aguardaban...
Esa noche de tibio anochecer,
me embarqué en un viaje
sin retorno,
nunca más pude abandonar,
el templo de tu ser...
Me adherí a sus muros,
oré en su púlpito,
callada me quedé,
ante tanto silencio sublime.
Entonces entendí la magia
de introducirme en tu ser.
Entonces pude entender,
más que entender... sentir...
lo ignoto, lo magnético,
lo audáz y utópico
que fue...
mi viaje hacia ti,
Supe de todos tus
inconfesables secretos...
pero no abusé de mi saber...
Nunca más regresé
de la orilla de la cual zarpé,
extasiada de sabiduría
y atrapada por tu misterio,
arropada en tu sortilegio...
me quedé...
Si volvería a retroceder el tiempo...
me volvería a embarcar
tantas veces como el instante
del alma marqué,
tantas veces como mi corazón
se deje arrastrar por este oleaje
que mi viaje hacia ti encontró,
oleaje de mar dulce, lleno de amor...
Porque, pude desentrañarte...
tramo a tramo
como algo inconfundible y fatal,
en este viaje hacia ti
pude llegar al enigma de tu ser...
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