Cuando ya no haya luchas,
ni mitos ni leyendas,
cuando no amenace el peligro
ni haya vencedores ni vencidos.
Cuando no existan los miedos
al enemigo,
ni nadie te de motivos
para temerle o ser temido.
Cuando el alma mantenga
la paz plena, similar
a un vacío de contenido
incoloro e insípido.
Cuando quieras gritarle a la guerra
y el eco de tu voz en el camino muera,
te manejarás en un inmóvil mundo
carente de fantasmas,
carente de sentido,
sucumbirán los días, cargados
de la nada.
Cuando el olvido de la voluntad
te espante,
y ya no recuerdes la inquietud
que en el pasado te rodeaba,
todo sabrá a infructuoso sabor,
todo se transformará
en una realidad sin alegría
y sin dolor.
Cuando la lucha cese en su
afán de triunfar,
tu piel ya no lucirá el sudor
de la contienda,
cuando se acabe este
feroz trajinar,
y el motor del deseo
se detenga,
no podrás disfrutar del bien,
ni aborrecer al mal.
Todo sabrá igual,
no habrá contradicción
y se perderán en el montón
los valores de la moral.
Nada nacerá ni morirá,
se acabará la inquietud
y también la voluntad,
perderá la realidad
la tensión entre
el amor y el desamor.
Habrá un sentimiento estéril,
no habrá por que luchar,
el amor no podrá vencer
al odio,
ni el odio tendrá a quien ganar.
Deja que la lucha siga
en el escenario de la vida,
deja que se desarrollen
los conflictos
como sensibles manifestaciones
de profundas emociones.
Deja que la lucha siga
para vivenciar el valor de la paz...
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